Simbióticos y su clasificación: Un enfoque integral desde los alimentos funcionales

Alimentos funcionales y salud humana

La alimentación contemporánea ya no se limita a cubrir requerimientos calóricos o nutricionales básicos. En las últimas décadas ha surgido una nueva generación de productos conocidos como alimentos funcionales, definidos como aquellos que, además de nutrir, aportan compuestos bioactivos capaces de mejorar funciones fisiológicas y reducir el riesgo de enfermedades.

El consumo regular de alimentos funcionales aporta compuestos bioactivos como probióticos, prebióticos, ácidos grasos omega-3, fitoquímicos, fibras dietéticas, carotenoides y micronutrientes, que contribuyen a la promoción de la salud y a la prevención de diversas enfermedades.

 

Entre sus principales beneficios se encuentran la mejora de la salud gastrointestinal, el fortalecimiento del sistema inmunológico, el aumento de la longevidad y su potencial antioxidante. Además, la microbiota intestinal frecuentemente denominada el “segundo cerebro” desempeña un papel fundamental en la comunicación bidireccional entre el intestino y el sistema nervioso central, influyendo en el estado de ánimo, el comportamiento y diversas funciones cognitivas. Esta interacción, conocida como el eje intestino-cerebro, ha cobrado gran relevancia en estudios recientes sobre salud mental y neuroprotección.

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Asimismo, los alimentos funcionales pueden ayudar a reducir el riesgo de enfermedades crónicas como la diabetes mellitus, las enfermedades cardiovasculares, la obesidad, ciertos tipos de cáncer y trastornos neurodegenerativoscomo la enfermedad de Alzheimer y Parkinson.

Aunque su consumo no reemplaza tratamientos médicos, forman parte fundamental de una estrategia preventiva de salud, especialmente cuando se integran en una dieta equilibrada y un estilo de vida saludable.

Dentro de este grupo de compuestos bioactivos se encuentran componentes como antioxidantes, polifenoles, ácidos grasos omega-3 y fibras fermentables.

¿Qué son los simbióticos?

Los simbióticos son productos que combinan microorganismos vivos benéficos (probióticos) con sustratos fermentables no digeribles (prebióticos), diseñados para actuar de forma conjunta sobre la microbiota intestinal.

El prebiótico promueve selectivamente el crecimiento o actividad del probiótico, aumentando su eficacia y beneficios en el huésped. Se ha demostrado que los simbióticos pueden mejorar la digestión, fortalecer el sistema inmunológico, reducir la inflamación intestinal y modular el metabolismo.

Clasificación de simbióticos

Según la International Scientific Association for Probiotics and Prebiotics (ISAPP), los simbióticos se clasifican en dos grandes grupos:

- Simbióticos complementarios. Es la combinan de un probiótico y un prebiótico que funcionan de manera independiente, sin necesidad de una relación funcional específica entre ambos. Su acción es paralela pero no necesariamente sinérgica.

Ejemplo: Lactobacillus casei + inulina, ambos componentes aportan beneficios, aunque la inulina no sea el sustrato preferido de esa cepa.

- Simbióticos sinérgico. Se define como una combinación intencionada y específica, donde el prebiótico es seleccionado para estimular selectivamente al probiótico con el que se administra, optimizando su viabilidad y función.

Ejemplo: Bifidobacterium longum + galactooligosacáridos (GOS).

Efectos indeseables por el uso inadecuado de compuestos bioactivos en alimentos funcionales

En el desarrollo de alimentos funcionales, un error común es suponer que agregar más compuestos bioactivos equivale automáticamente a un producto más saludable. Sin embargo, cuando estos compuestos no se seleccionan, dosifican o combinan de manera adecuada, pueden provocar efectos secundarios, interacciones negativas o comprometer la calidad del alimento en términos sensoriales y tecnológicos.

Interacciones negativas entre compuestos bioactivos

Agregar múltiples compuestos bioactivos sin una evaluación previa de su compatibilidad, pueden presentar interacciones que disminuyen su eficacia o provocan efectos indeseables. Por ejemplo, ciertos antioxidantes pueden oxidarse en presencia de minerales como el hierro, reduciendo su actividad, exceso de antioxidantes liposolubles como vitamina E se ha reportado que pueden inhibir la absorción de vitamina K.

Asimismo, exceso de compuestos como la fibra soluble pueden interferir con la absorción de minerales esenciales como el zinc o el calcio. Estas interacciones no sólo afectan la funcionalidad del alimento, sino también su valor nutricional real.

Problemas digestivos o gastrointestinales

Una de las consecuencias más comunes del uso excesivo de ciertos prebióticos, como inulina, fructooligosacáridos (FOS) o galactooligosacáridos (GOS), son los trastornos digestivos. Estos compuestos, en cantidades elevadas, pueden provocar fermentaciones excesivas en el colon, generando gases, distensión abdominal, cólicos o incluso diarrea. Este efecto es especialmente problemático en personas con síndrome del intestino irritable o con sensibilidad gastrointestinal.

Alteraciones sensoriales del alimento

Muchos compuestos bioactivos tienen sabores, olores o texturas características que, si no se equilibran correctamente en la formulación, afectan negativamente el perfil sensorial del producto. Algunas fibras pueden dar lugar a texturas arenosas o viscosas, mientras que ciertos antioxidantes o extractos vegetales pueden aportar notas amargas, astringentes o metálicas. Esto compromete la aceptabilidad del producto por parte del consumidor y puede provocar su rechazo, independientemente de sus beneficios funcionales.

Toxicidad o efectos secundarios por sobredosis

Aunque la mayoría de los compuestos bioactivos se consideran seguros en cantidades moderadas, un consumo excesivo especialmente en productos enriquecidos sin control puede provocar toxicidad o efectos adversos. Por ejemplo, dosis altas de vitamina A pueden ser hepatotóxicas; el exceso de isoflavonas puede alterar el equilibrio hormonal, y compuestos como cafeína o extractos de plantas mal dosificados pueden generar efectos cardiovasculares, neurológicos o gastrointestinales.

Reducción de la estabilidad del producto

Una formulación mal diseñada puede reducir la vida útil del alimento funcional. Algunas combinaciones aceleran procesos de oxidación, provocando cambios de color, mal olor, sabor rancio o precipitación de ingredientes. Además, la interacción entre bioactivos y otros componentes pueden afectar la viabilidad de probióticos o la actividad de enzimas, reduciendo la eficacia funcional del producto con el tiempo.

Sobrepromesa funcional y falsa percepción de seguridad

Agregar múltiples ingredientes funcionales sin respaldo científico puede crear una falsa imagen de salud total. Esto puede inducir al consumidor a confiar excesivamente en un solo producto, descuidando otros aspectos fundamentales de su dieta o estilo de vida. Además, muchas combinaciones no cuentan con estudios clínicos que respalden su eficacia conjunta, lo cual puede poner en duda la validez del alimento funcional y afectar la confianza del mercado.

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Importancia de la matriz alimentaria

La matriz alimentaria, es decir, el alimento que sirve de vehículo para el simbiótico, afecta significativamente su viabilidad, estabilidad y eficacia. También influye en la percepción sensorial (sabor, textura, aroma) y en la aceptabilidad del producto por el consumidor. Ejemplos de matrices y sus implicaciones:

Impacto sensorial negativo por mala selección simbiótica

Si los simbióticos se eligen sin considerar la matriz del alimento y su interacción con otros ingredientes, pueden deteriorar la calidad sensorial del producto. Por lo tanto, no basta con que el simbiótico sea eficaz a nivel fisiológico, debe también respetar la integridad sensorial del alimento y su aceptabilidad para el consumidor.

Criterios para la selección adecuada de simbióticos

La formulación simbiótica debe basarse en criterios científicos y tecnológicos que aseguren tanto su funcionalidad como su seguridad y calidad sensorial.

Aplicaciones clínicas y nutricionales de los simbióticos

Cuando se seleccionan y formulan correctamente, los simbióticos pueden ser una alternativa en el control de enferemedades.

  • Mejorar el tránsito intestinal y reducir disbiosis.
  • Prevenir infecciones gastrointestinales y respiratorias.
  • Apoyar el sistema inmunológico.
  • Modular el metabolismo de la glucosa y lípidos.
  • Influir positivamente en el eje intestino-cerebro (estrés, ansiedad).
  • Fortalecer la salud en etapas vulnerables (niños, adultos mayores).

Conclusión

Los simbióticos son una herramienta poderosa dentro del campo de los alimentos funcionales, con beneficios científicamente comprobados cuando se formulan adecuadamente. Su clasificación en complementarios y sinérgicos, su integración en una matriz alimentaria compatible y la evaluación crítica de criterios tecnológicos y sensoriales son fundamentales para garantizar su eficacia y aceptación.

Sin embargo, es importante destacar que el consumo de alimentos funcionales, incluidos los simbióticos, si bien contribuye a mejorar la calidad de vida de los consumidores y a reducir el riesgo de desarrollar enfermedades, no tiene capacidad curativa frente a patologías ya establecidas. Su función es principalmente preventiva y complementaria dentro de un estilo de vida saludable y, en ningún caso, sustituyen el tratamiento médico.

Asimismo, agregar múltiples compuestos bioactivos no garantiza un producto más saludable. Sólo mediante un diseño racional, basado en evidencia científica y una formulación equilibrada, es posible desarrollar alimentos funcionales verdaderamente eficaces, seguros y sensorialmente aceptables para el consumidor.

Por: Raquel Gómez-Pliego